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Hoy vi en la calle como un niño pequeño estaba madreando a otro más pequeño aún, yo iba con mis audífonos puestos, el control panel en una mano y la otra en el bolsillo, resguardando un millón de dólares que traía en el. 
Cuando vi como lo torturaba pensé seriamente en ayudarlo, al menos detener al abusivo de su ¿amigo? y decirle que no mamara, algo así como que cuando el abusivo se preparara para dar uno de los golpes se sintiera inmovilizado, volteara su mirada para saber que le impedía continuar con su jugueteo y encontrarme con una mirada tranquila con un mensaje inmerso, “Déjalo en paz, cabron”, pero hubo una sensación que me impidió hacerlo, no podría explicarlo, puede tomarse como una terrible inseguridad, una pereza inexplicable o algo más complejo aun, pero solo pase junto a ellos, y de reojo vi como lo seguía madreando, si de alguna manera tengo un par de personalidades suprimidas en mi, en ese momento se estaba llevando a cabo una batalla entre ellas, por lo ocurrido creo que la personalidad que proclama la justicia sufrió una golpiza, porque no salió, nomás no salió.
¿El consuelo estúpido? Nadie más hizo nada, supongo todas las personalidades estandartes de justicia se levantaron con el pie izquierdo. Es una sensación por la que atravieso seguido, no es nada cómodo, tampoco es propio de situaciones injustas ni mucho menos, pero al fin y al cabo siempre termino en hacer referencia a una palabra inexistente, y eso nomás no vale pija.